Zeus
Zeus es el más grande los dioses del Panteón helénico. Es sencillamente
el dios de la luz, del cielo sereno y del rayo, pero no se identifica con el
Cielo, de igual modo que Apolo no se identifica con el Sol ni Poseidón con el
Mar. En el pensamiento helénico, los dioses han perdido el valor cósmico que
pudieron tener en otro momento de su evolución, y Zeus sólo interesa aquí como
héroe de leyendas.
A partir de los poemas homéricos se crea la personalidad de Zeus, soberano de hombres y dioses, que reina en las alturas luminosas del cielo. Corrientemente permanece en la cumbre del monte Olimpo, pero también viaja. Por ejemplo, se le encuentra en el país de los etíopes, pueblo piadoso entre todos los pueblos, cuyos sacrificios le agradan particularmente. Poco a poco, la mansión de Zeus se fue desligando de toda montaña concreta, y con la expresión Olimpo se acabó por entender sólo la región etérea donde moraban los dioses.
Zeus preside no sólo las manifestaciones celestes, provoca la lluvia, lanza el rayo y el relámpago - poder simbolizado por su égida - sino que, sobre todo, mantiene el orden y la justicia en el mundo. Encargado de purificar a los homicidas de la mancha de la sangre, vela por el mantenimiento de los juramentos y por el respeto de los deberes para con los huéspedes; es garante del poder real y, en general, de la jerarquía social. Estas prerrogativas las ejerce no sólo en lo que atañe a los hombres, sino también en el seno de la sociedad de los dioses.
A partir de los poemas homéricos se crea la personalidad de Zeus, soberano de hombres y dioses, que reina en las alturas luminosas del cielo. Corrientemente permanece en la cumbre del monte Olimpo, pero también viaja. Por ejemplo, se le encuentra en el país de los etíopes, pueblo piadoso entre todos los pueblos, cuyos sacrificios le agradan particularmente. Poco a poco, la mansión de Zeus se fue desligando de toda montaña concreta, y con la expresión Olimpo se acabó por entender sólo la región etérea donde moraban los dioses.
Zeus preside no sólo las manifestaciones celestes, provoca la lluvia, lanza el rayo y el relámpago - poder simbolizado por su égida - sino que, sobre todo, mantiene el orden y la justicia en el mundo. Encargado de purificar a los homicidas de la mancha de la sangre, vela por el mantenimiento de los juramentos y por el respeto de los deberes para con los huéspedes; es garante del poder real y, en general, de la jerarquía social. Estas prerrogativas las ejerce no sólo en lo que atañe a los hombres, sino también en el seno de la sociedad de los dioses.
Él mismo se halla sometido a los Hados, de los que es intérprete y a los cuales defiende contra las fantasías de los demás dioses; por ejemplo, "pesa" los destinos de Aquiles y Héctor y, cuando el platillo que contiene el de éste desciende hacia el Hades, prohíbe a Apolo que intervenga y abandona al héroe a su enemigo. Dios providencia, consciente de su responsabilidad, es el único que no se deja dominar por sus caprichos - por lo menos cuando no se trata de caprichos amorosos e, incluso en este caso, sus aparentes fantasías no siempre están exentas de cierta política. Es el dispensador de bienes y males. Homero cuenta en la Ilíada que en la puerta de su palacio hay dos jarras, una de las cuales contiene los bienes, y la otra, los males. En general, Zeus saca alternativamente el contenido de una y el de la otra para cada uno de los mortales; pero a veces extrae exclusivamente el de una de las dos, y entonces el destino resultante es unas veces, completamente bueno, y otras veces, las más, completamente malo.
Esta concepción de Zeus como potencia universal se ha desarrollado con los poemas homéricos, y ha dado por resultado, en los filósofos helenísticos, la concepción de una Providencia única: en los estoicos - principalmente Crispo, que había consagrado un poema Zeus-, Zeus es el símbolo del Dios único que encarna el Cosmos. Las leyes del mundo no son sino el pensamiento de Zeus. Nos hallamos aquí en el borde extremo de la evolución del dios, y se sale de los límites de la mitología para pertenecer al Teología y la historia de la Filosofía.
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